Encontrar el hogar soñado, la oficina ideal, o el local comercial bien ubicado, es todo un desafío. Muchas veces escuchamos a personas quejándose luego de adquirir o alquilar un inmueble, ya sea porque al momento de la transacción no percibieron detalles como ruidos, contaminación ambiental, vecinos no muy amigables, en fin, diferentes situaciones que terminan afectando el valor monetario, y más aún los objetivos propuestos para el inmueble.
La gran diferencia entre realizar tratos teniendo a una inmobiliaria o no en el proceso, es que la inmobiliaria prevé factores adyacentes a toda propiedad a ser vendida o alquilada, reúne información de valor con lo que puede advertir al cliente de los detalles que no siempre se perciben desde el primer momento. El valor de la información es la gran diferencia, dado que permite tomar mejores decisiones, solucionar oportunamente inconvenientes, optar por servicios más adecuados, y así optimizar al máximo los beneficios de la propiedad. Muy diferente, es realizar una transacción basados solamente en palabras o insinuaciones, en vez de centrarse en los costos y beneficios para ambas partes.
Los objetivos de toda buena inmobiliaria, deben ser:
- Que el cliente obtenga un inmueble acorde al costo.
- Que e inmueble responda a las expectativas de habitabilidad si es una familia, y de negocios si es una empresa.
- Que los espacios sean confortables y con apropiados accesos.
- Ambientes con servicios operativos.
- Cercanía a parques, recintos, y diversos centros según los intereses del cliente.